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Archivos Mensuales: enero 2019

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La semana pasada te platicaba sobre el camino de las ocho ramas o Ashtanga, donde Patanjali nos enseña a alcanzar la paz a través de una serie de acciones que comienzan desde el interior. Hoy te platico qué es Shanti y su relación con este camino.

Entender el concepto de paz en la tradición del yoga, es muy similar a encontrar la paz en la tradición Budista; en pocas palabras se trata de la congruencia con la que nos conducimos desde el interior, reflejándola en el exterior.

Shanti es una palabra en sánscrito y significa paz. Este mantra generalmente se repite tres veces al finalizar una práctica de asanas, y al hacerlo invocamos la paz mental, la paz en el discurso y la paz en el cuerpo. Incluso podríamos permear con este mantra a todos los seres, al planeta, y al universo entero.

Esta paz se cultiva desde la práctica (como te platicaba en la entrada de Ashtanga, más allá de la práctica física, el concepto de práctica en sí, es todo un proceso interno), el cuerpo (movernos, sentir, y controlar nuestro cuerpo para que conozcamos lo que necesita), y la respiración (pranayama).

Shanti va más allá de una expresión, es cultivar un estado mental que nos enseña a abstraernos de las acciones, palabras y pensamientos que nos causan dolor a nosotros y a los demás, viviendo desde el amor y la compasión. Una vez que logramos dominar estos aspectos, la práctica se interioriza resultando en un estado mental ecuánime que proporciona claridad, bienestar y evidentemente paz.

Lo importante de todo esto es llevarlo a la vida real, así que te propongo un ejercicio muy breve que cultiva este estado de paz:

Lleva tus manos al corazón, siente su latido. Toma tres respiraciones profundas y en cada una comparte la paz desde tu corazón. En las inhalaciones, visualiza cómo se expande el pecho y late tu corazón, y en cada exhalación repite el mantra Shanti; primero pensando en ti, después en tu familia, y finalmente en todos los seres que te acompañan en este momento y espacio (los conozcas o no). Termina agradeciendo tu práctica y abre tus ojos.

La próxima semana te platico de qué va el Hatha Yoga. ¡Nos leemos pronto!.

 

 

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¿Cuántas veces al día escuchamos las enseñanzas que llegan a nosotr@s?. ¿Has notado las palabras que normalmente te repites cuando algo sale bien o cuando algo sale mal?, o ¿cómo te refieres o te llamas a ti mism@ de manera habitual?.

Aprender a escucharnos es un ejercicio por demás revelador, porque aprendemos a vernos desde adentro, reconociendo esa vocecita que muchas veces nos critica y nos juzga más que cualquier otra persona.

La relación que se cultiva con un@ mism@ es resultado en gran parte de las etiquetas que mentalmente vamos comprando desde que somos pequeños, algunas impuestas y otras tan arraigadas que para bien o para mal, nos representan de adultos.

Hoy te quiero proponer una práctica dividida en dos partes que nos ayuda a refinar nuestro oído a los pensamientos que surgen desde lo más profundo. Así, nos volvemos conscientes de que las palabras que usamos para con nosotr@s mism@s tienen el poder de cambiar, de empoderar, motivar, de impulsar, o de violentarnos y sumirnos en una profunda tristeza, depresión, inseguridad, o dolor.

¿Estas list@?, ahí te van:

Afinando la escucha externa.

*Recuerda no engancharte ni tejer historias con ningún sonido en particular. Deja que todos los sonidos fluyan.

Empieza por cerrar los ojos y notar el ritmo de tu respiración, mantén una postura cómoda pero receptiva física y mentalmente a todo lo que surja durante la práctica.

Centra tu atención en escuchar los sonidos que hay fuera del lugar donde estás, identifica cada sonido de la calle, el sonido de los coches, de la gente, de los pájaros, etc. Cualquier sonido que llegue, es bienvenido.

Poco a poco lleva tu atención al sonido de tu respiración. Nota la temperatura, textura, ritmo, o cualquier sensación que llegue con ella. Identifica los cambios y la longitud entre cada inhalación y cada exhalación.

Haz lo mismo con el latido de tu corazón. Visualiza su ritmo, su peso, el eco en el cuerpo, y nota el latido por encima de cualquier otra sensación.

Afinando la escucha interna.

Así como las distracciones externas se presentan como diferentes sonidos, las distracciones internas o de la mente, suelen presentarse en forma de pensamientos o sensaciones. Te propongo ir un poquito más allá y escucharlos para aprender a identificarlos y elegir los que más te nutran. Esta es la segunda parte de la práctica:

Poco a poco dale paso a los pensamientos que llegan a tu mente y deja que lleguen de manera natural. Sin juzgarlos, observa su naturaleza, cuánto tiempo duran en tu mente o cuáles se repiten a lo largo de los días y si son recurrentes o no, si están relacionados con alguna frase o juicio preconcebido, o si aparecen a causa de los eventos que se van dando. Identifica cómo te hacen sentir. Recuerda que no estamos buscando etiquetar si son buenos o malos, simplemente queremos hacer conciencia de la manera en que nos reflejamos en ellos.

Una vez identificados, intenta reconocer qué los generó siguiendo el hilo conductor que los detonó, y verifica la reacción que tuviste. Nota si hubo cambios en tu estado de ánimo, tu respiración, tu postura o el latido del corazón.

Los pensamientos no están en un plano físico, están en tu mente, así que cada que identifiques una sensación o sonido interno, toma respiraciones profundas, largas y deja que sigan su camino como pensamientos, no como materia. Inhala, y al exhalar conecta con la sensación de paz y calma una vez que los dejes ir.

Lleva tus manos al corazón, una sobre la otra, y nota su latido, la sensación de tu respiración. Cuando termines, agradece tu práctica y repite mientras sientes tu corazón con las manos: «Estás aquí».

Espero que disfrutes esta práctica y atiendas los cambios que necesitas escuchándote de adentro hacia afuera. Nos leemos pronto, ¡feliz sábado!.

 

 

El camino de las ocho ramas para alcanzar la unión con lo divino que Patanjali muestra en los Yoga Sutras se llama Ashtanga (*OJO, no se debe confundir con el estilo de asanas que lleva el mismo nombre y que popularizó Pattabhi Jois durante la primera mitad del siglo XX).

Ashtanga significa «ocho ramas» (ashta: ocho / anga: rama o miembro). En esta progresión de ocho ramas o pasos a seguir, se desarrolla la guía con los elementos prácticos para acercarnos al yoga en todos los sentidos, fuera y dentro del tapete. A través de esta guía observamos los preceptos morales, éticos y de auto disciplina que le dan sentido a nuestro propósito en la vida para alcanzar la máxima realización espiritual en unión con la divinidad.

Esto quiere decir que practicar Yoga como ahora lo conocemos, es tan sólo practicar en la superficie de todo lo que hay debajo de la verdadera práctica. Sin las bases que desarrolla Patanjali en los Yoga Sutras a través de las ocho ramas, es prácticamente imposible hablar de Yoga, pues la base que le da sustento a la disciplina esta justo más allá del tapete.

Los primeros cuatro pasos que nos muestra Patanjali en este camino, se enfocan en refinar nuestra personalidad, aprender a controlar nuestro cuerpo y a desarrollar una conciencia energética de nosotros mismos. Mientras que la segunda parte de este camino nos prepara para lidiar con nuestros sentidos, nuestra mente, y para encaminarnos a un estado más elevado de conciencia.

Sin más preámbulo, te presento las ocho ramas:

La primera son los Yamas. Los Yamas son las bases éticas y de integridad que se enfocan en nuestro comportamiento y en la manera en que nos conducimos por la vida. Son las reglas universales que se resumen en una frase: «Trata a los demás como quieras que te traten». Se dividen en cinco: Ahimsa (no violencia), Saya (conducirse con verdad), Asteya (no robar), Brahmacharya (abstinencia), y Aparigraha (desapego).

La siguiente rama son los Niyamas, y explican la auto disciplina y las reglas espirituales básicas a tener en cuenta durante la práctica. También se dividen en cinco y son: Saucha (limpieza), Santosha (contento), Tapas (austeridad y disciplina), Swadhaya (estudio de los textos espirituales para comprendernos a través de ellos), e Ishwara pranidhana (entregarse al Ser supremo).

La tercera rama son las Asanas, o lo que actualmente conocemos como Yoga. Desde el punto de vista del Yoga, el cuerpo es nuestro templo y cuidar de él es importante en el camino espiritual porque nos ayuda a desarrollar disciplina y concentración, así la práctica física prepara al cuerpo a través de estas habilidades para acceder a un estado de meditación.

La cuarta rama es Pranayama o control de la respiración. Prana significa «respiración, vitalidad o energía», y ayama significa «extender». El Pranayama regula y extiende el flujo de energía a través del cuerpo, la mente y las emociones.

La quinta rama es Pratyahara, e implica llevar hacia adentro nuestra atención y nuestros sentidos. Es en este punto cuando la conciencia se mantiene lejos de los estímulos externos y podemos voltear hacia nosotros mismos y encontrar la oportunidad de observarnos para darnos cuenta de lo que debemos trabajar, y entonces estar en paz.

El sexto paso es Dharana. Una vez que hemos logrado llevar nuestra atención hacia adentro surge la concentración o Dharana. El reto aquí es que ya que logramos alejar las distracciones externas, debemos alejar las internas, tarea nada fácil, y enfocarnos en un punto de atención (respiración, una parte del cuerpo, un mantra o sonido, etc.). Dharana es la base para desarrollar la siguiente rama: Dhyana.

La séptima rama es Dhyana, también conocida como meditación o contemplación. Conlleva mantener la atención constante en la concentración, sin perturbaciones ni interrupciones. Aunque pareciera que Dharana (concentración) y Dhyana (contemplación) son lo mismo, hay una gran diferencia entre ambas, pues Dharana mantiene la atención en un punto de enfoque, mientras que Dhyana mantiene la atención sin ningún punto de enfoque, resultando en un estado mental neutro.

Finalmente, la última rama es Samadhi. Patanjali describe este último paso como un estado de éxtasis que se alcanza como resultado de la progresión en las siete ramas anteriores. En este estado hay una conexión directa con lo divino y una interconexión con todos los seres vivos, experimentando una paz que sobrepasa todo entendimiento, de dicha y de armonía con el Universo. Quizá esto puede parecer inalcanzable, pero lo que realmente describía Patanjali como resultado de este camino de ocho ramas, es a lo que todos aspiramos: encontrar la paz.

Aunque este es un tema que tiene todavía mucha tela, en resumen, practicar sólo Asanas no es Yoga. Ni remotamente. Como puedes ver, es un poco más complejo y va más de mantener la congruencia en cada aspecto de nuestra vida, con cada pensamiento, cada palabra y cada acción. Justo donde surge la verdadera unión.

Nos leemos prontito.

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Hace no mucho tiempo, sentir, era considerado un acto de desnudez. Vernos vulnerables desvelando nuestras emociones, sentimientos y formas de expresarnos, resultaba incómodo para todo aquel que en pos de las buenas maneras, ocultaba como el más preciado de sus tesoros cualquier indicio de emoción «excesiva».

Quizá hoy esto parezca ridículo, pero en general, heredamos una educación en la que vernos, tocarnos o sentirnos, estaba mal. Era mejor no hacerse notar tanto para no salir lastimados.

Todo esto no sale de la nada, tiene su raíz en el instinto más primario de proteger la especie, de no exponer nuestra integridad a los depredadores y con eso asegurar la supervivencia de nuestros genes. En otras palabras, es parte de nuestro código genético y corresponde a nuestro cerebro reptil, donde se guarda toda la información que nos permitió sobre vivir.

Estamos acostumbrados a recibir estímulos externos; llenamos a la gente que queremos de cariños, los animamos y les decimos que todo está bien. Sin embargo, pocas veces somos capaces de hacer eso por nosotros mismos. En algún punto de esta transición en la que no estábamos «programados» para expresar nuestros sentimientos, y en la que ahora todos nos saludamos con un beso en la mejilla, olvidamos voltear hacia adentro y empezar por ahí.

Logramos dar el salto y decir lo que nos gusta, expresar lo que sentimos, defender nuestras posturas en la vida, pero la cosa es que ahora la balanza tiende a desconectarnos otra vez. Ya no tenemos un manual de Carreño que nos diga que saludar a alguien con un beso en la mejilla está mal visto, pero hemos adormecido nuestra sensibilidad porque ahora pasamos más tiempo teniendo relaciones personales en línea que en el mundo real. Y ni hablar de darnos el tiempo para sentir, escuchar o entender lo que nos pide el cuerpo.

Todo este preámbulo era precisamente para llegar a este punto, re conectar con lo que la vida, el cuerpo o las situaciones que atravesamos nos piden. Vivimos tan de prisa que olvidamos comer, tomar agua o darnos una pausa para sentir, Así que me he propuesto revertir lo más posible este bucle infinito de adormecimiento de la vida.

El ejercicio que te comparto hoy va muy de la mano con el de la semana pasada, Aprender a mirarnos.. Se trata de detenernos un momento y sentir, sin esperar nada, sin buscar nada, sin hacernos historias, sin nada más, más que sentir y punto.

Puedes hacer este ejercicio sentad@ o de pie, la idea es que puedas sentir el espacio y el peso de tu cuerpo y que sientas estabilidad, así que si tiendes a marearte al cerrar los ojos, es mejor que lo hagas sentad@.

Comienza por cerrar tus ojos, mantén tu espalda alargada y tus hombros relajados. Enfócate en tu respiración y trata de identificar el momento exacto donde comienza tu inhalación, justo cuando el aire toca la punta de tu nariz, siente la temperatura con la que entra el aire a tus fosas nasales y la temperatura que tiene cuando exhalas. Nota el camino que recorre tu respiración, el movimiento en tu vientre, tus costillas y tu pecho.

Siente tu cadera y tus pies, el peso que tienen y en tu exhalación vuélvete más consciente de la sensación que hay en estos dos lugares, la manera como se asientan y se arraigan hacia la tierra.

Lleva tus manos sobre el corazón y haciendo una ligera presión, siente el latido en conjunto con el ritmo de la respiración. Observa lo que sientes en este momento, lo que escuchas, lo que te dice tu cuerpo. Permite que la respiración siga fluyendo desde este lugar observando sobre todo lo que sientes al hacer contacto con tu corazón.

Agradece el momento que acabas de darte y abre lentamente tus ojos.

Si durante tu práctica llegan emociones o pensamientos, déjalos pasar, obsérvalos pero no dejes que ocupen tu atención. Lleva toda tu energía a sentir tu cuerpo.

Practica este ejercicio cuando sientas que desconectas de tu cuerpo, o cuando sientas que todo va muy rápido. Si tienes dudas o comentarios, no dudes en escribirme.

¡Que tengas un excelente fin de semana!.

 

Uno de los textos más importantes en la tradición del Yoga son los Yoga Sutras de Patanjali. Sutra significa hilo, en este caso es el hilo que mantiene las piezas unidas como una guía en el viaje espiritual.

Los Yoga Sutras conforman la esencia del Yoga. Están compuestos por casi 200 aforismos (pautas) divididos en cuatro secciones que establecen las bases para unir la conciencia individual con la conciencia divina. En estos aforismos o sutras se presenta el Ashtanga Yoga o el Yoga de las 8 ramas, como un medio para comprender la práctica desde sus objetivos y todos los aspectos que la conforman.

La primera sección habla del estado de Contemplación, en la que se explica la teoría del Yoga y se describen los estados más avanzados en la práctica del Samadhi, o estado de Contemplación (iluminación). Esta primera parte sirve de inspiración a los practicantes de yoga como medio para cultivar su propia práctica.

La segunda sección habla sobre la Práctica y aunque contiene una parte teórica importante, se presenta desde una perspectiva más aplicada a la naturaleza práctica del Yoga. En esta parte también se exponen los primeros cinco principios de la naturaleza del Ashtanga Yoga, sus beneficios, los obstáculos en su realización y la manera de superarlos.

La tercera sección habla sobre la Realización, explica los tres últimos estados del Ashtanga Yoga, además de los poderes y logros que obtiene el practicante comprometido.

Finalmente, la última sección es la llamada Totalidad, y explica el Yoga desde un punto de vista más cósmico y filosófico.

Como te platicaba la semana pasada, no se tiene un conocimiento exacto sobre la época en la que vivió Patanjali, incluso si fue una sola persona o varias utilizando el mismo nombre. Del mismo modo se estima que los Yoga Sutras se escribieron alrededor del siglo III a.C. En cualquier caso Patanjali no inventó el Yoga, pero si logró sistematizar y hacer un compendio de las ideas y prácticas que ya existían. Desde entonces se le considera el padre del Yoga y sus Yoga Sutras son la base de muchos estilos de Yoga y meditación sustentando con sus aforismos la importancia de la práctica.

La próxima semana te platico más a fondo qué es eso del Ashtanga Yoga. ¡Nos leemos pronto!.

En el tema de mantenerme lo más real posible te quiero contar que en este inicio de año he tenido días de mucho subidón y días de súper bajón. Normalmente si no duermo o no como bien aparece el bajón y es ahí cuando llegan las nubes a la cabeza, y entonces todo se tiñe de gris y es dificilísimo ver el lado real de las cosas. Ni hablar de ser positiva, se agudiza todo lo que no me gusta de mi, me encuentro defectos hasta en la sopa y mi neurosis se dispara hasta el espacio.

No te cuento todo esto nomás para ventilarme, creo que todo aquel que sea humano ha pasado por estos baches y se ha flagelado en más de una ocasión siendo su peor enemigo. Quien me conoce, sabe que no voy por la vida comiendo light y sin azúcar, o sea, trato de vivir una vida completamente normal desmintiendo aquello de que los maestros de yoga y meditación somos amor y paz 24/7. Todo lo contrario, voy buscando exprimir los días buenos y lo malos porque todo eso es parte de estar vivos. Incluso esos días de mierda que vienen y van a lo largo del mes.

Entonces aparece la meditación en escena. Meditar me ha ayudado mucho a identificar en qué momentos se disparan estos picos de ansiedad, estrés, tristeza y frustración. No quiere decir que en cuanto siento la tormenta encima me siento a meditar y vuelve a salir el sol. No, la práctica va mucho más allá.

Lo que me enseña la meditación en el banquillo no es a dejar la mente en blanco, ni a levitar. Me permite guardar silencio con la boca y con la mente, enseñándome a ser paciente, a escuchar y a observar, sin querer controlar lo que viene de fuera (todo lo que es ajeno a mi). Y sí, a controlar lo que sucede dentro mi (la manera como me relaciono con todo lo ajeno).

El punto es no caer en la trampa de que todo esta mal porque las cosas se ponen difíciles o se salen de control. Es aprender a separar nuestras acciones de las situaciones. Sé que suena a misión imposible, pero te pongo este ejemplo para que quede más claro.

Pongamos que estás caminando y hace un día soleado y maravilloso, el cielo está despejado y todo parece ir bien. De repente, empieza a soplar más fuerte el viento oscureciendo el cielo con las nubes que se acumulan hasta que llega la tormenta. Cae un chaparrón con granizo y truenos por el que es imposible moverse de donde estás. Te resguardas pero tienes que decidir si corres durante la tormenta con el riesgo de empaparte y resfriarte o esperar a que pase la tormenta y mientras sucede, observarla, dejar que siga su curso y ya.

Así sucede con los pensamientos que nos sabotean y terminan poco a poco etiquetando nuestro autoestima, nuestras emociones y nuestras acciones. Tú decides si dejas que pasen (por muy eterna que parezca la tormenta, créeme, es temporal), o que te empapen y se encarnen en tu concepción de la realidad, hundiéndote más en el bajón.

Para aprender a pasar de un modo más amable las tormentas, te propongo una pequeña meditación que a mi me funciona muy bien, sobre todo cuando me convierto en mi peor enemiga y me maltrato acusándome de todo lo malo que me ha pasado. Ahí te va:

Mírate en el espejo por un par de minutos, respira profundo mientras lo haces. No busques defectos, no juzgues, no te cuentes historias; sólo observa.

Después, por otro par de minutos sigue mirándote en el espejo pero ahora piensa en todo lo bueno que haces, afirmando quien eres, siempre buscando cualidades positivas dejando el ego de lado, y repítelas diciéndote todas esas cosas buenas que eres. (Yo soy:…).

Finalmente, obsérvate con amor y compasión y date la oportunidad de sanar y perdonar todas las experiencias que han saboteado tu mirada, abrázate y repite mirándote a los ojos cuánto te amas. Cierra un momento tus ojos y agradece la experiencia.

Quizá al principio te de vergüenza o pereza hacer este ejercicio frente al espejo, es bastante común que eso pase. Estamos acostumbrados a enamorarnos y perdonar hacia afuera, cuando tendríamos que empezar desde adentro. Date la oportunidad de intentarlo. Total, si lo haces ¿qué puede pasar?.

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Ahora sí, oficialmente inauguro esta sección con Patanjali.

Te platico, Patanjali fue un sabio hindú que escribió uno de los textos más importantes del yoga: los Yoga Sutras. Pat significa caído del cielo y Anjali describe la postura de rezo u oración que se hace con las manos y que a su vez representa una ofrenda.

Como en todas las historias que tienen que ver con doctrinas o disciplinas ancestrales, hay muchas teorías acerca de la vida y conocimientos de Patanjali. Según algunos estudiosos del tema, Patanjali existió en un tiempo y espacio como hombre por ahí del siglo III a. C., escribiendo algunos tratados importantes que a la fecha se siguen estudiando.

Pero también existen montones de mitos al rededor de su figura y hoy te cuento uno de ellos:

Visnu (uno de los tres dioses más importantes en el hinduismo) estaba sentado sobre Adisesa (Señor de las serpientes) observado la danza de Natarash (el rey de la danza, nombre del dios Shiva cuando baila). Visnu se quedó tan absorto con al danza de Shiva que empezó a vibrar siguiendo el ritmo y esta vibración lo hizo ser cada vez mas pesado, por lo que Adisesa se quedó sin aliento del peso. Al acabar la danza el cuerpo de Visnu se volvió ligero otra vez, y Adisesa que lo sostenía, le pregunto atónito qué había pasado y por qué había ocurrido ese cambio. Visnu le dijo que el placer de la danza de Shiva lo había hecho vibrar hasta el infinito alcanzando el Samadhi (la iluminación), siendo esa la causa de la transformación.

Entonces Adisesa le pidió Vishnu que lo encarnara como hombre para aprender a bailar la danza y el yoga. Visnú y Shiva lo premiaron con la posibilidad de nacer en el planeta tierra. Así, Adisesa empezó a meditar para determinar quien sería su madre en la tierra y durante la meditación visualizó a Gonika (la futura madre de Patanjali y encarnación de Parvati, esposa de Shiva), ella era una yogui devota del antiguo yoga tántrico, y anhelaba tener un hijo yogui. Gonika realizaba todos los días el Surya Namaskar (saludo al sol) pidiendo al dios Surya (el dios Sol) que la bendijera con un hijo yogui. Escuchando esta ofrenda, Surya habló con Shiva para que intercediera y en ese momento de las manos de Gonika apareció una serpiente que adoptó forma humana pidiéndole que lo adoptara como hijo suyo. Gonika aceptó y le dio el nombre de Patanjali. Al haber sido hijo de Gonika, reencarnación de Parvati, Patanjali nació sabiendo el yoga de manera intuitiva.

Actualmente, entre mitos, historias, y legados Patanjali sigue siendo considerando uno de los padres del yoga, pues su legado le da forma al yoga.

Más adelante te cuento sobre los Yoga Sutras y la riqueza que contienen. ¡Nos leemos pronto!.

Me tomé unos días para terminar el año obligada por el cansancio físico y mental que venía cargando desde hacía tres años. Había olvidado que se sentía sentarse a mirar, a escribir, a leer o a simplemente contemplar. Las pausas son necesarias porque nos permiten definir el cómo, el cuándo y el por qué. Así que me vuelvo a aventurar en este barco de escribir para contar y volver a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Le doy la bienvenida a este año retomando lo que me hacía feliz y recordando lo que me trajo aquí.

Quiero que este espacio sea justo eso: ESPACIO. Esta vez quiero ligar el contenido de mis redes sociales para profundizar más en lo que cuento y darle más espacio al disfrute, a la pausa, al gozo y a vivir despacio.

Empiezo desempolvando el blog con un proyecto que tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo y que no alcanzaba a aterrizar. Se llama yoga con ñ y va de explicar desde un lugar más digerible y en nuestro idioma, los conceptos o palabras que se escuchan en el mundillo del yoga y que pocas veces entiende la gente normal, o sea, algo así como hacer accesible todo lo que hay detrás de una clase de asanas (esta última palabreja también va a estar desmenuzada en futuras publicaciones).

Pues eso, empecemos con la magia y la sensación tan única que nos regalan todos los comienzos. Por acá nos leemos.

¡Feliz y provechoso 2019!.