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Redes sociales

Llevo meses haciéndome esta pregunta ¿por qué practico yoga?. Empecé a practicar yoga (asanas) en el año 2000, recuerdo que acompañé a mi mamá a una clase de yoga en un lugar donde enseñaban el método de la gran fraternidad universal, que es algo que ellos definen como gimnasia psicofísica, o sea, una serie de ejercicios articulares de calentamiento para después tomar una ducha de agua fría y regresar enseguida a practicar algunas posturas básicas de Hatha yoga y terminar con la relajación en savasana.

Entonces sólo practicaba porque buscaba la actividad física y al poco tiempo encontramos uno de los pocos espacios que había en la ciudad, donde enseñaban Hatha yoga, en el que enseguida me enganché en la práctica de asanas. Me gustaban las formas que lograba a nivel físico y también lo que sentía al final de la clase; esa paz que me dejaba un poco más tranquila y sin tanto revoloteo mental.

Al poco tiempo empecé a practicar en mi casa y por mi cuenta, lo hacía con videos que encontraba en internet (por aquel entonces no había YouTube -sí, suena a la prehistoria, pero existe la vida pre YouTube-), y fue cuando mi práctica de asanas se volvió algo indispensable para poder mantener un poco de paz dentro de mi caos mental. Por aquel entonces estaba en la universidad y todo el estrés que me generaba, lo liberaba practicando y practicando asanas. Lo hacía de 2 a 3 veces al día y recuerdo que aunque momentáneamente me ayudaba a estar tranquila, después llegaba el agobio de las mil cosas que tenía que entregar. 

De alguna forma sabía que teniendo actividad física, particularmente con el yoga, sentía mucha paz, pero no lograba mantenerla más tiempo. 

En fin, pasó el tiempo y yo seguí practicando todos los días. Terminé la escuela, empecé a trabajar y cuando tuve la oportunidad y también gracias a algunos mecenas, me animé a tomar mi primer certificación de yoga. Yo llegué sintiendo que era muy pro porque mi práctica entonces era muy intensa y lograba posturas “difíciles” muy fácilmente (¡ay!, qué maravilla tener 20 años). Así que llegué muy segura y aunque sí, mi práctica física era muy buena, no tenía ni idea de lo que me esperaba.

Para no hacer este post más largo, en cuanto empecé a aprender la teoría y toda la base filosófica que hay detrás y antes de las posturas, ¡todo cambió! 🤯.

Me di cuenta que practicaba mayormente en la superficie, pero que no terminaba de sentirme en paz porque no practicaba más que sólo asanas y creía que con lograr posturas complejas iba a alcanzar esa paz que tanto buscaba. Claro que ayuda, pero no es más que una pequeñísima parte del camino que te lleva a medio encontrar esa paz.

Practicar yoga se ha convertido para mi en una manera de ver la vida. Ahora estoy entrando a la década de los 40, mi cuerpo ya no es como era a los 20, principalmente porque cambió y porque ha pasado por un largo proceso post covid que me sigue recordando que el cuerpo es sólo un vehículo pero que no es el camino en sí, ni el fin de la práctica.

Veo una ansiedad desmedida de parte de muchos practicantes nuevos (y no han nuevos), por querer demostrar que las posturas más difíciles son las que te hacen más pro, justo como cuándo empezaba a practicar y mi práctica era más bien hueca. Entonces tampoco había redes sociales y creo que el yoga era un poco más “amigable” para todos, sin tanta pose y sin tantas pretensiones.

Recientemente platiqué con dos amigas distintas que viven fuera del país, ambas practicantes de yoga, ambas maestras de yoga y ambas se dedican a otra cosa que no tiene nada que ver con el yoga. Las dos me preguntaban cómo me iba con las clases y la presión de dar clase en México, donde al parecer (visto desde afuera), andamos desatados queriendo demostrar que pararse de manos mientras sostenemos un jugo verde con los pies, es yoga. 

La pandemia hizo que mucha gente se acercara al yoga (así como me pasó a mi en su momento), buscando paz dentro del caos, pero tomar clases al vapor y sólo por demostrar que nos vemos bien practicando, y ahora hasta por mostrar en nuestras redes lo bonitas y estéticas que nos salen las posturas más vistosas, no es yoga. 

Como practicante y maestra de yoga me impresiona ver que actualmente hay un nivel de desconexión muy fuerte entre lo que muestran los influencers del yoga en clases o festivales a través de sus redes, y lo que predica el yoga: la conexión de la mente y la energía aterrizadas al cuerpo. Me ha tocado ver chicas (y maestras) que entran a mi clase y literalmente se graban durante toda la clase (volteando todo el tiempo a verse) para después subir a redes su video con alguna frase como: “aquí y ahora” 🤦🏻‍♀️. No digo que no se deba mostrar, yo misma lo he hecho, pero el verdadero yoga no es sólo eso.

Desde mi experiencia y después de todos estos años, para mi el yoga es entender que hay mucho trabajo, muchas imperfecciones y mucho desorden que arreglar mientras habitas tu cuerpo físico. En pocas palabras, es darte cuenta de lo imperfecta que es la experiencia humana para que desde la compasión y el trabajo interno (que no tiene que ver con posturas y no es para nada poca cosa), puedas tocar un poquito la tan buscada paz. Y esto, tiene poquísimo que ver con pararte de manos y tomar jugo verde a diario.

Así que en respuesta a mi pregunta inicial, practico para que mi experiencia física sea más llevadera y para que todo eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes -como bien decía John Lennon-, sea más real. Para aceptar que mi cuerpo cambió, mi vida cambió y mi manera de pensar cambió. Para agradecer lo que fue y tengo que aprender a soltar, y sobre todo para que cuando venga la oscuridad aprenda que dentro de este cascarón físico, está la luz.

¿Prácticas conmigo?.

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Después de un largo silencio (no tan largo como en otras ocasiones) vuelvo a escribir en mi querido blog. Esta vez presentando un proyecto que me tenía bastante ocupada, no tanto por la complejidad, sino por la ilusión.

Al fin puedo anunciarlo porque ya es un hecho, ¡¡les presento mi podcast!!.

A principios de este año estuve dándole vueltas y vueltas a la idea de tener un podcast, en primer lugar porque el formato es algo que me encanta y porque según yo era más «fácil» compartir lo que pienso o la manera de ver ciertas cosas, incluso para hacer más accesible el contenido de mis redes. Y como siempre me llevé una gran sorpresa.

A nivel técnico tiene su puntito de complejidad, pero aunque no hay tanta tarea de maquillaje y escenografía como en un video, si hay bastante trabajo detrás, sobre todo con los guiones. Entonces, cada que escribía un guión saltaban montones de dudas, de miedos, de inseguridades, y un sin fin de historias mentales que no me dejaban ver que, sin querer, ya estaba dándole forma a lo que vería la luz por lo menos 9 meses después.

Así que después de pensarlo un montón, de repetir una y otra vez los guiones, de amar y después odiar mi piloto de primer episodio, al fin puedo presentar mi pequeño podcast.

Bajo el auspicio del equinoccio de otoño (mi estación favorita), le doy luz a este proyecto que ya es una realidad. No es perfecto para nada, principalmente porque parece ser que los ruidos me persiguen; ya sea los de mi edificio, mis vecinos, la calle, ¡los aviones!, mi perrito… pero es que me hace tanta ilusión, que después de haber sido uno de los factores más importantes para posponer el podcast, ahora me importa muy poco, es más, creo que lo vuelve más natural 😉

En este podcast quiero compartir mi manera de ver el concepto de «iluminación» que para mi también tiene que ver con la inspiración. Desde donde yo lo he visto, está en lo que hacemos a diario, en lo cotidiano, en lo que se vuelve ordinario, porque creo que ahí es donde más materia prima tenemos para darle ese «extra» y volver los días extraordinarios.

También quiero darle espacio a voces de personas e historias que me inspiran, que hacen de su vida común y corriente algo verdaderamente inspirador, con sus luces y sus muchas sombras, y porque no, quizá ese sea también un modo de seguir «iluminando» los días.

Así que espero que me acompañes en esta nueva aventura semanal, y que me prestes un ratito tus oídos para hacer algo que me encanta: contar historias y sentirnos más cerquita, como en casa.

Puedes encontrar mi podcast en iVoox, en iTunes y en Spotify. Búscame como: «el podcast de Ara Marz», o como «Ara Marz» y seguro me encuentras. Así que por favor, suscríbete (es totalmente gratis) para que no te pierdas ninguno de los episodios, califícalo, y ¡coméntalo!. Esto es muy importante para mi porque con tus comentarios, interacciones y descargas mi pequeño podcast tendrá mayor difusión.

Aquí te dejo la liga de mi primer episodio, es más una pequeña introducción, pero ahí te platico un poquito más a detalle de qué va mi podcast:

<a href=»https://mx.ivoox.com/es/episodio-01-sobre-postergar-vida-audios-mp3_rf_41833631_1.html» title=»Episodio 01. Sobre postergar la vida.»>Ir a descargar</a>

¡Nos escuchamos y nos leemos pronto!.

 

Para mi, hablar de asanas es un tema controversial. Por un lado, el principio de mi propio autoconocimiento ha sido a través del cuerpo, no sólo practicando Yoga, sino también gracias a muchas otras disciplinas que en su momento me han revelado lo que tenía que aprender en esta experiencia corporal. Pero también existe este otro lado con el que peleo mucho porque no quiero dejarlo en lo superficial ni mal entendido (al menos desde lo que a mi me toca).

Tengo días guardando y revisando esta entrada, no quería que se quedara en una simple definición, y había escrito algo bastante neutral que de alguna manera describía la función de las asanas. Pero no pude resistirme a entrar en mi eterno debate.

Leí un artículo en el que una chica practicante de asanas e instagramer con muchos, muchos seguidores (ahora explico porque esto es importante), sufría un desgarre en una de las arterias carótidas al estar haciendo una postura que requiere híper extensión en el cuello; una de esas inversiones que se ven espectaculares en las fotos con la cabeza y la cadera a una distancia mínima, y que alguien que tenga un poquito de conocimiento sobre la anatomía humana sabe que es innecesario llegar a ese punto para obtener “el beneficio físico y energético” en la postura, o sea, que es más fuego de artificio que Yoga.

Y aunque ella había hecho miles de veces la postura y “controlaba” la situación a pesar de tener también una hernia cervical, un mal día después de haber practicado esta postura, empezó a ver nublado, a notar que la movilidad en uno de sus brazos era mínima, que no podía hablar bien y que una de sus pupilas estaba más grande que la otra, entonces fue a dar al hospital donde diagnosticaron ese desgarre en una de las arterias encargadas de llevar sangre al cerebro. Vamos, sigue viva y elocuente de milagro (dice el dicho y dice bien que, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Y en este caso, nunca mejor dicho).

No quiero que esta introducción genere pánico o amarillismo, el caso de esta chica es muy particular, pero incluso a quienes practican y practican, y comen sano y duermen bien, y llevan una vida “saludable” les puede pasar esto, a esta chica le pasó y lo cuenta porque la libró. Pero este es uno de los puntos del por qué mi lucha con SÓLO mostrar posturas, o mejor dicho, con que la gente crea que el yoga es SÓLO eso ( por eso también parte de mi reticencia a los “retos”). Y por supuesto de que esos miles de seguidores que tiene en sus redes sociales, se queden nada más con eso.

Cuando tomé mi primer certificación de Yoga me quedó tatuado en lo más profundo de la conciencia la responsabilidad que implicaba trabajar con gente, no con bultos, costales, cojines, ni formas, si no con personas. Creo que desde el día uno me quedó claro que no todos los cuerpos son iguales y que trabajar a ese nivel requiere de mucho compromiso, e insisto, mucha responsabilidad y respeto hacia el cuerpo y su mecanismo.

Así que reducir a la mera forma una práctica que requiere de mucho más coco, estudio, conocimiento, etc., (no nada más de la energía, si no de cómo funciona el cuerpo), es uno de los temas en los que considero deberíamos prestar más atención quienes nos dedicamos a enseñar y sobre todo quienes difundimos este mensaje, para que no se interprete la práctica como algo banal y superfluo.

Debo de admitir que en un principio yo quería hacer esas posturas elaboradas y llamativas porque se veían increíbles en las fotos, porque entonces creía que mientras más me doblara, mejor practicante era. Y queridos amigos, no, nada más falso que eso. En ningún párrafo de los escritos de Patanjali, o del Hatha Yoga Pradipika, o en el Bhagavad Gita, dice que las asanas más “vistosas” son las que te llevan a la iluminación. Y pareciera que últimamente mientras más elaboradas sean, más imposibles se vean o más anti naturales luzcan, es mejor. Y eso sólo considerando la parte energética de la postura, a nivel físico llevar las articulaciones y el espacio entre las vértebras a ese nivel, no trae nada bueno.

El sutra por excelencia sobre la práctica de asanas deja muy clara la naturaleza de toda asana o postura: Sthira Sukham asanam, la postura (entendida como el asiento, la base) debe ser cómoda y estable, debe dejarte respirar y sentir el espacio de tu cuerpo. Yo no leo en ningún momento algo así como: “si te paras de manos y llevas tus tobillos a tus orejas mientras lo haces, alcanzas la iluminación”.

Entre muchos otros aspectos porque la práctica de asanas es para explorar en tu humanidad, no en lastimarte o en buscar formas que a la larga lleven a tu cuerpo a un estado donde incluso se vulnere tu salud.

A propósito de esto, tuve un maestro que nos decía: ¿qué prefieren, llegar a los 90 años caminando perfectamente sin dolor, o llegar a los 70 sin poder caminar?. Así las asanas. El principal problema es que creo que muchos practicantes y maestros todavía no se dan cuenta de que es un proceso, y es a largo plazo. Que practicamos asanas porque queremos mantener en equilibrio las funciones de nuestro cuerpo y porque queremos mantenerlo fuerte y estable. Y porque a través de ellas podemos tocar esa parte humana que se equivoca, acierta, se cae, se levanta y se adapta a lo que su cuerpo a través del tiempo, le pide.

En fin, creo que al final, la entrada sí quedó lejos de ser sólo una definición. Misión cumplida 😉.

Abramos debate, tú ¿qué piensas sobre este enfoque de las posturas o asanas?.

Nos leemos prontito.

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Toda práctica de Yoga nos lleva siempre a la misma conclusión: conectar con nuestra divinidad, o en otras palabras a trascender desde nuestra verdad. Para lograrlo, el Yoga nos ofrece distintos caminos, de hecho son cuatro los caminos que nos pueden llevar a este estado de totalidad y trascendencia del Ser: el Hatha Yoga, el Jnana Yoga, el Karma Yoga, y el Bhakti Yoga. Hoy te platico de qué se trata el primero de estos caminos.

Más allá de un estilo, el Hatha Yoga es un camino para alcanzar esta trascendencia de la que te hablaba hace un momento. En el siglo XIV, el sabio Swatmarama Yoginidra, escribió uno de los textos más importantes (junto con los Yoga Sutras que escribió Patanjali) que definieron lo que hoy conocemos como Yoga. Este texto se llama Hatha Yoga Pradipika y es considerado uno de los primeros manuales escritos de Hatha Yoga. En este texto por primera vez se describen ciertas posturas (asanas), técnicas de respiración (pranayama), gestos (mudras), técnicas de limpieza (kriyas), y candados energéticos (bandhas), que definen en gran medida el esquema de la práctica como la conocemos hoy.

La palabra Hatha se puede traducir de dos maneras: como «voluntarioso» o «fuerte», y como «sol» (ha– representando la energía masculina) y «luna» (tha– representando la energía femenina), en pocas palabras es el yoga del equilibrio y la voluntad. El  camino del Hatha Yoga forma parte del Raja Yoga o Yoga real (refiriéndose a la realeza), ya que antiguamente sólo quienes pertenecían a la realeza podía tener acceso a este tipo de conocimientos. Esta forma de Raja Yoga utiliza la meditación en silencio como medio principal para alcanzar la liberación de la mente y el cuerpo, además del camino de las 8 ramas de Patanjali y los conceptos descritos en el Hatha Yoga Pradipika.

Una de las principales herramientas que utiliza este camino es el cuerpo, siendo una de las razones por las que desde principios del siglo XX (que fue cuando occidente empezó a interesarse en la práctica del Yoga) hasta la actualidad el Hatha Yoga o yoga postural es el más practicado en occidente, pues a través del cuerpo es como podemos tener acceso desde una experiencia más palpable, a rozar esa iluminación que tanto anhelamos.

La próxima vez que vayas a practicar cualquier estilo de Hatha Yoga o Yoga postural, recuerda que más allá de las formas o de lo llamativas que parezcan las posturas, el fin no es lograr una postura de foto perfecta. El verdadero motivo de conectar a través de tu cuerpo con las posturas, es tocar aunque sea un poquito la energía divina que hay en ti.

Nos leemos pronto.

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La semana pasada te platicaba sobre el camino de las ocho ramas o Ashtanga, donde Patanjali nos enseña a alcanzar la paz a través de una serie de acciones que comienzan desde el interior. Hoy te platico qué es Shanti y su relación con este camino.

Entender el concepto de paz en la tradición del yoga, es muy similar a encontrar la paz en la tradición Budista; en pocas palabras se trata de la congruencia con la que nos conducimos desde el interior, reflejándola en el exterior.

Shanti es una palabra en sánscrito y significa paz. Este mantra generalmente se repite tres veces al finalizar una práctica de asanas, y al hacerlo invocamos la paz mental, la paz en el discurso y la paz en el cuerpo. Incluso podríamos permear con este mantra a todos los seres, al planeta, y al universo entero.

Esta paz se cultiva desde la práctica (como te platicaba en la entrada de Ashtanga, más allá de la práctica física, el concepto de práctica en sí, es todo un proceso interno), el cuerpo (movernos, sentir, y controlar nuestro cuerpo para que conozcamos lo que necesita), y la respiración (pranayama).

Shanti va más allá de una expresión, es cultivar un estado mental que nos enseña a abstraernos de las acciones, palabras y pensamientos que nos causan dolor a nosotros y a los demás, viviendo desde el amor y la compasión. Una vez que logramos dominar estos aspectos, la práctica se interioriza resultando en un estado mental ecuánime que proporciona claridad, bienestar y evidentemente paz.

Lo importante de todo esto es llevarlo a la vida real, así que te propongo un ejercicio muy breve que cultiva este estado de paz:

Lleva tus manos al corazón, siente su latido. Toma tres respiraciones profundas y en cada una comparte la paz desde tu corazón. En las inhalaciones, visualiza cómo se expande el pecho y late tu corazón, y en cada exhalación repite el mantra Shanti; primero pensando en ti, después en tu familia, y finalmente en todos los seres que te acompañan en este momento y espacio (los conozcas o no). Termina agradeciendo tu práctica y abre tus ojos.

La próxima semana te platico de qué va el Hatha Yoga. ¡Nos leemos pronto!.

 

 

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¿Cuántas veces al día escuchamos las enseñanzas que llegan a nosotr@s?. ¿Has notado las palabras que normalmente te repites cuando algo sale bien o cuando algo sale mal?, o ¿cómo te refieres o te llamas a ti mism@ de manera habitual?.

Aprender a escucharnos es un ejercicio por demás revelador, porque aprendemos a vernos desde adentro, reconociendo esa vocecita que muchas veces nos critica y nos juzga más que cualquier otra persona.

La relación que se cultiva con un@ mism@ es resultado en gran parte de las etiquetas que mentalmente vamos comprando desde que somos pequeños, algunas impuestas y otras tan arraigadas que para bien o para mal, nos representan de adultos.

Hoy te quiero proponer una práctica dividida en dos partes que nos ayuda a refinar nuestro oído a los pensamientos que surgen desde lo más profundo. Así, nos volvemos conscientes de que las palabras que usamos para con nosotr@s mism@s tienen el poder de cambiar, de empoderar, motivar, de impulsar, o de violentarnos y sumirnos en una profunda tristeza, depresión, inseguridad, o dolor.

¿Estas list@?, ahí te van:

Afinando la escucha externa.

*Recuerda no engancharte ni tejer historias con ningún sonido en particular. Deja que todos los sonidos fluyan.

Empieza por cerrar los ojos y notar el ritmo de tu respiración, mantén una postura cómoda pero receptiva física y mentalmente a todo lo que surja durante la práctica.

Centra tu atención en escuchar los sonidos que hay fuera del lugar donde estás, identifica cada sonido de la calle, el sonido de los coches, de la gente, de los pájaros, etc. Cualquier sonido que llegue, es bienvenido.

Poco a poco lleva tu atención al sonido de tu respiración. Nota la temperatura, textura, ritmo, o cualquier sensación que llegue con ella. Identifica los cambios y la longitud entre cada inhalación y cada exhalación.

Haz lo mismo con el latido de tu corazón. Visualiza su ritmo, su peso, el eco en el cuerpo, y nota el latido por encima de cualquier otra sensación.

Afinando la escucha interna.

Así como las distracciones externas se presentan como diferentes sonidos, las distracciones internas o de la mente, suelen presentarse en forma de pensamientos o sensaciones. Te propongo ir un poquito más allá y escucharlos para aprender a identificarlos y elegir los que más te nutran. Esta es la segunda parte de la práctica:

Poco a poco dale paso a los pensamientos que llegan a tu mente y deja que lleguen de manera natural. Sin juzgarlos, observa su naturaleza, cuánto tiempo duran en tu mente o cuáles se repiten a lo largo de los días y si son recurrentes o no, si están relacionados con alguna frase o juicio preconcebido, o si aparecen a causa de los eventos que se van dando. Identifica cómo te hacen sentir. Recuerda que no estamos buscando etiquetar si son buenos o malos, simplemente queremos hacer conciencia de la manera en que nos reflejamos en ellos.

Una vez identificados, intenta reconocer qué los generó siguiendo el hilo conductor que los detonó, y verifica la reacción que tuviste. Nota si hubo cambios en tu estado de ánimo, tu respiración, tu postura o el latido del corazón.

Los pensamientos no están en un plano físico, están en tu mente, así que cada que identifiques una sensación o sonido interno, toma respiraciones profundas, largas y deja que sigan su camino como pensamientos, no como materia. Inhala, y al exhalar conecta con la sensación de paz y calma una vez que los dejes ir.

Lleva tus manos al corazón, una sobre la otra, y nota su latido, la sensación de tu respiración. Cuando termines, agradece tu práctica y repite mientras sientes tu corazón con las manos: «Estás aquí».

Espero que disfrutes esta práctica y atiendas los cambios que necesitas escuchándote de adentro hacia afuera. Nos leemos pronto, ¡feliz sábado!.

 

 

El camino de las ocho ramas para alcanzar la unión con lo divino que Patanjali muestra en los Yoga Sutras se llama Ashtanga (*OJO, no se debe confundir con el estilo de asanas que lleva el mismo nombre y que popularizó Pattabhi Jois durante la primera mitad del siglo XX).

Ashtanga significa «ocho ramas» (ashta: ocho / anga: rama o miembro). En esta progresión de ocho ramas o pasos a seguir, se desarrolla la guía con los elementos prácticos para acercarnos al yoga en todos los sentidos, fuera y dentro del tapete. A través de esta guía observamos los preceptos morales, éticos y de auto disciplina que le dan sentido a nuestro propósito en la vida para alcanzar la máxima realización espiritual en unión con la divinidad.

Esto quiere decir que practicar Yoga como ahora lo conocemos, es tan sólo practicar en la superficie de todo lo que hay debajo de la verdadera práctica. Sin las bases que desarrolla Patanjali en los Yoga Sutras a través de las ocho ramas, es prácticamente imposible hablar de Yoga, pues la base que le da sustento a la disciplina esta justo más allá del tapete.

Los primeros cuatro pasos que nos muestra Patanjali en este camino, se enfocan en refinar nuestra personalidad, aprender a controlar nuestro cuerpo y a desarrollar una conciencia energética de nosotros mismos. Mientras que la segunda parte de este camino nos prepara para lidiar con nuestros sentidos, nuestra mente, y para encaminarnos a un estado más elevado de conciencia.

Sin más preámbulo, te presento las ocho ramas:

La primera son los Yamas. Los Yamas son las bases éticas y de integridad que se enfocan en nuestro comportamiento y en la manera en que nos conducimos por la vida. Son las reglas universales que se resumen en una frase: «Trata a los demás como quieras que te traten». Se dividen en cinco: Ahimsa (no violencia), Saya (conducirse con verdad), Asteya (no robar), Brahmacharya (abstinencia), y Aparigraha (desapego).

La siguiente rama son los Niyamas, y explican la auto disciplina y las reglas espirituales básicas a tener en cuenta durante la práctica. También se dividen en cinco y son: Saucha (limpieza), Santosha (contento), Tapas (austeridad y disciplina), Swadhaya (estudio de los textos espirituales para comprendernos a través de ellos), e Ishwara pranidhana (entregarse al Ser supremo).

La tercera rama son las Asanas, o lo que actualmente conocemos como Yoga. Desde el punto de vista del Yoga, el cuerpo es nuestro templo y cuidar de él es importante en el camino espiritual porque nos ayuda a desarrollar disciplina y concentración, así la práctica física prepara al cuerpo a través de estas habilidades para acceder a un estado de meditación.

La cuarta rama es Pranayama o control de la respiración. Prana significa «respiración, vitalidad o energía», y ayama significa «extender». El Pranayama regula y extiende el flujo de energía a través del cuerpo, la mente y las emociones.

La quinta rama es Pratyahara, e implica llevar hacia adentro nuestra atención y nuestros sentidos. Es en este punto cuando la conciencia se mantiene lejos de los estímulos externos y podemos voltear hacia nosotros mismos y encontrar la oportunidad de observarnos para darnos cuenta de lo que debemos trabajar, y entonces estar en paz.

El sexto paso es Dharana. Una vez que hemos logrado llevar nuestra atención hacia adentro surge la concentración o Dharana. El reto aquí es que ya que logramos alejar las distracciones externas, debemos alejar las internas, tarea nada fácil, y enfocarnos en un punto de atención (respiración, una parte del cuerpo, un mantra o sonido, etc.). Dharana es la base para desarrollar la siguiente rama: Dhyana.

La séptima rama es Dhyana, también conocida como meditación o contemplación. Conlleva mantener la atención constante en la concentración, sin perturbaciones ni interrupciones. Aunque pareciera que Dharana (concentración) y Dhyana (contemplación) son lo mismo, hay una gran diferencia entre ambas, pues Dharana mantiene la atención en un punto de enfoque, mientras que Dhyana mantiene la atención sin ningún punto de enfoque, resultando en un estado mental neutro.

Finalmente, la última rama es Samadhi. Patanjali describe este último paso como un estado de éxtasis que se alcanza como resultado de la progresión en las siete ramas anteriores. En este estado hay una conexión directa con lo divino y una interconexión con todos los seres vivos, experimentando una paz que sobrepasa todo entendimiento, de dicha y de armonía con el Universo. Quizá esto puede parecer inalcanzable, pero lo que realmente describía Patanjali como resultado de este camino de ocho ramas, es a lo que todos aspiramos: encontrar la paz.

Aunque este es un tema que tiene todavía mucha tela, en resumen, practicar sólo Asanas no es Yoga. Ni remotamente. Como puedes ver, es un poco más complejo y va más de mantener la congruencia en cada aspecto de nuestra vida, con cada pensamiento, cada palabra y cada acción. Justo donde surge la verdadera unión.

Nos leemos prontito.

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Hace no mucho tiempo, sentir, era considerado un acto de desnudez. Vernos vulnerables desvelando nuestras emociones, sentimientos y formas de expresarnos, resultaba incómodo para todo aquel que en pos de las buenas maneras, ocultaba como el más preciado de sus tesoros cualquier indicio de emoción «excesiva».

Quizá hoy esto parezca ridículo, pero en general, heredamos una educación en la que vernos, tocarnos o sentirnos, estaba mal. Era mejor no hacerse notar tanto para no salir lastimados.

Todo esto no sale de la nada, tiene su raíz en el instinto más primario de proteger la especie, de no exponer nuestra integridad a los depredadores y con eso asegurar la supervivencia de nuestros genes. En otras palabras, es parte de nuestro código genético y corresponde a nuestro cerebro reptil, donde se guarda toda la información que nos permitió sobre vivir.

Estamos acostumbrados a recibir estímulos externos; llenamos a la gente que queremos de cariños, los animamos y les decimos que todo está bien. Sin embargo, pocas veces somos capaces de hacer eso por nosotros mismos. En algún punto de esta transición en la que no estábamos «programados» para expresar nuestros sentimientos, y en la que ahora todos nos saludamos con un beso en la mejilla, olvidamos voltear hacia adentro y empezar por ahí.

Logramos dar el salto y decir lo que nos gusta, expresar lo que sentimos, defender nuestras posturas en la vida, pero la cosa es que ahora la balanza tiende a desconectarnos otra vez. Ya no tenemos un manual de Carreño que nos diga que saludar a alguien con un beso en la mejilla está mal visto, pero hemos adormecido nuestra sensibilidad porque ahora pasamos más tiempo teniendo relaciones personales en línea que en el mundo real. Y ni hablar de darnos el tiempo para sentir, escuchar o entender lo que nos pide el cuerpo.

Todo este preámbulo era precisamente para llegar a este punto, re conectar con lo que la vida, el cuerpo o las situaciones que atravesamos nos piden. Vivimos tan de prisa que olvidamos comer, tomar agua o darnos una pausa para sentir, Así que me he propuesto revertir lo más posible este bucle infinito de adormecimiento de la vida.

El ejercicio que te comparto hoy va muy de la mano con el de la semana pasada, Aprender a mirarnos.. Se trata de detenernos un momento y sentir, sin esperar nada, sin buscar nada, sin hacernos historias, sin nada más, más que sentir y punto.

Puedes hacer este ejercicio sentad@ o de pie, la idea es que puedas sentir el espacio y el peso de tu cuerpo y que sientas estabilidad, así que si tiendes a marearte al cerrar los ojos, es mejor que lo hagas sentad@.

Comienza por cerrar tus ojos, mantén tu espalda alargada y tus hombros relajados. Enfócate en tu respiración y trata de identificar el momento exacto donde comienza tu inhalación, justo cuando el aire toca la punta de tu nariz, siente la temperatura con la que entra el aire a tus fosas nasales y la temperatura que tiene cuando exhalas. Nota el camino que recorre tu respiración, el movimiento en tu vientre, tus costillas y tu pecho.

Siente tu cadera y tus pies, el peso que tienen y en tu exhalación vuélvete más consciente de la sensación que hay en estos dos lugares, la manera como se asientan y se arraigan hacia la tierra.

Lleva tus manos sobre el corazón y haciendo una ligera presión, siente el latido en conjunto con el ritmo de la respiración. Observa lo que sientes en este momento, lo que escuchas, lo que te dice tu cuerpo. Permite que la respiración siga fluyendo desde este lugar observando sobre todo lo que sientes al hacer contacto con tu corazón.

Agradece el momento que acabas de darte y abre lentamente tus ojos.

Si durante tu práctica llegan emociones o pensamientos, déjalos pasar, obsérvalos pero no dejes que ocupen tu atención. Lleva toda tu energía a sentir tu cuerpo.

Practica este ejercicio cuando sientas que desconectas de tu cuerpo, o cuando sientas que todo va muy rápido. Si tienes dudas o comentarios, no dudes en escribirme.

¡Que tengas un excelente fin de semana!.

 

Uno de los textos más importantes en la tradición del Yoga son los Yoga Sutras de Patanjali. Sutra significa hilo, en este caso es el hilo que mantiene las piezas unidas como una guía en el viaje espiritual.

Los Yoga Sutras conforman la esencia del Yoga. Están compuestos por casi 200 aforismos (pautas) divididos en cuatro secciones que establecen las bases para unir la conciencia individual con la conciencia divina. En estos aforismos o sutras se presenta el Ashtanga Yoga o el Yoga de las 8 ramas, como un medio para comprender la práctica desde sus objetivos y todos los aspectos que la conforman.

La primera sección habla del estado de Contemplación, en la que se explica la teoría del Yoga y se describen los estados más avanzados en la práctica del Samadhi, o estado de Contemplación (iluminación). Esta primera parte sirve de inspiración a los practicantes de yoga como medio para cultivar su propia práctica.

La segunda sección habla sobre la Práctica y aunque contiene una parte teórica importante, se presenta desde una perspectiva más aplicada a la naturaleza práctica del Yoga. En esta parte también se exponen los primeros cinco principios de la naturaleza del Ashtanga Yoga, sus beneficios, los obstáculos en su realización y la manera de superarlos.

La tercera sección habla sobre la Realización, explica los tres últimos estados del Ashtanga Yoga, además de los poderes y logros que obtiene el practicante comprometido.

Finalmente, la última sección es la llamada Totalidad, y explica el Yoga desde un punto de vista más cósmico y filosófico.

Como te platicaba la semana pasada, no se tiene un conocimiento exacto sobre la época en la que vivió Patanjali, incluso si fue una sola persona o varias utilizando el mismo nombre. Del mismo modo se estima que los Yoga Sutras se escribieron alrededor del siglo III a.C. En cualquier caso Patanjali no inventó el Yoga, pero si logró sistematizar y hacer un compendio de las ideas y prácticas que ya existían. Desde entonces se le considera el padre del Yoga y sus Yoga Sutras son la base de muchos estilos de Yoga y meditación sustentando con sus aforismos la importancia de la práctica.

La próxima semana te platico más a fondo qué es eso del Ashtanga Yoga. ¡Nos leemos pronto!.

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Ahora sí, oficialmente inauguro esta sección con Patanjali.

Te platico, Patanjali fue un sabio hindú que escribió uno de los textos más importantes del yoga: los Yoga Sutras. Pat significa caído del cielo y Anjali describe la postura de rezo u oración que se hace con las manos y que a su vez representa una ofrenda.

Como en todas las historias que tienen que ver con doctrinas o disciplinas ancestrales, hay muchas teorías acerca de la vida y conocimientos de Patanjali. Según algunos estudiosos del tema, Patanjali existió en un tiempo y espacio como hombre por ahí del siglo III a. C., escribiendo algunos tratados importantes que a la fecha se siguen estudiando.

Pero también existen montones de mitos al rededor de su figura y hoy te cuento uno de ellos:

Visnu (uno de los tres dioses más importantes en el hinduismo) estaba sentado sobre Adisesa (Señor de las serpientes) observado la danza de Natarash (el rey de la danza, nombre del dios Shiva cuando baila). Visnu se quedó tan absorto con al danza de Shiva que empezó a vibrar siguiendo el ritmo y esta vibración lo hizo ser cada vez mas pesado, por lo que Adisesa se quedó sin aliento del peso. Al acabar la danza el cuerpo de Visnu se volvió ligero otra vez, y Adisesa que lo sostenía, le pregunto atónito qué había pasado y por qué había ocurrido ese cambio. Visnu le dijo que el placer de la danza de Shiva lo había hecho vibrar hasta el infinito alcanzando el Samadhi (la iluminación), siendo esa la causa de la transformación.

Entonces Adisesa le pidió Vishnu que lo encarnara como hombre para aprender a bailar la danza y el yoga. Visnú y Shiva lo premiaron con la posibilidad de nacer en el planeta tierra. Así, Adisesa empezó a meditar para determinar quien sería su madre en la tierra y durante la meditación visualizó a Gonika (la futura madre de Patanjali y encarnación de Parvati, esposa de Shiva), ella era una yogui devota del antiguo yoga tántrico, y anhelaba tener un hijo yogui. Gonika realizaba todos los días el Surya Namaskar (saludo al sol) pidiendo al dios Surya (el dios Sol) que la bendijera con un hijo yogui. Escuchando esta ofrenda, Surya habló con Shiva para que intercediera y en ese momento de las manos de Gonika apareció una serpiente que adoptó forma humana pidiéndole que lo adoptara como hijo suyo. Gonika aceptó y le dio el nombre de Patanjali. Al haber sido hijo de Gonika, reencarnación de Parvati, Patanjali nació sabiendo el yoga de manera intuitiva.

Actualmente, entre mitos, historias, y legados Patanjali sigue siendo considerando uno de los padres del yoga, pues su legado le da forma al yoga.

Más adelante te cuento sobre los Yoga Sutras y la riqueza que contienen. ¡Nos leemos pronto!.