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Archivos Mensuales: febrero 2019

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Durante muchos años viví peleada con la comida. Como la mayoría de los adolescentes, había crecido con una imagen bastante irreal de mi misma y llena de complejos. Tuve muchos trastornos alimenticios, vivía pendiente de mi peso, de mis medidas y eso, entre otras cosas, me llevó a una espiral de dolor, anorexia y bulimia que duró algunos años. En fin, que física, mental y energéticamente estaba fatal porque en algún momento se me metió a la cabeza la idea de que tenía que ser perfecta. Gravísimo error.

Mi problema venía de más adentro, había muchas cosas que quería mantener como estaban (le tenía pavor a los cambios) y que salían de mis manos, además de la imagen distorsionada que tenía de mi cuerpo, de estar en una constante pelea con él y de machacarlo en mi intento por alcanzar la perfección. Pero juzgar la superficie no sirve de nada, es sólo el reflejo de lo que guardamos dentro, y mi caso no era la excepción.

Probé dietas súper rigurosas, pasaba largos ayunos, y todo lo que comía era «light». Aunado a esto, un año antes había cambiado mi alimentación drásticamente para ser vegetariana, literalmente de un día para otro, así que traía arrastrando bastantes desequilibrios en mi vida. Me tomó muchos años y recaídas salir de esa situación, pero lo hice. Pero aún así seguía en esta lucha constante contra mi imagen y claro, con los años mi cuerpo me terminó pasando la factura de aquellas malas desiciones. No es que quiera traer cargando lo que sucedió en esos años, pero la gastritis crónica me recuerda la razón de estar compartiendo esto hoy aquí.

Toda esta historia representa un lado que viene a visitarme de vez en cuando, sobre todo cuando olvido saborear lo que como. Me limité mucho tiempo a comer para sobrevivir y me olvidaba de disfrutar. Confieso que ahora ni por error como algo «light», ese sabor se quedó en mi memoria gustativa y mi cuerpo lo rechaza inmediatamente, quizá porque no quiero traer una y otra vez esa etapa al presente porque ahora disfruto profundamente la comida, ¡toda!. Hace ya unos años que dejé de ser vegetariana y aunque la base de mi alimentación siempre son las verduras (porque me encantan), como de todo y cada vez más cosas que incluso de niña odiaba.

Aprendí a ir reconociendo los sabores, las texturas, las sensaciones, los olores, las formas…, en fin, que todos mis sentidos están presentes mientras como, por muy sencilla que sea la comida. A la par, fui reconociendo y sanando lo que causaba el vacío y la lucha contra mi cuerpo. Empecé a alimentarme mejor, a nutrir desde los sentidos la experiencia de comer, y pude reconocer que comer es un acto de pura devoción y amor a lo que somos. Con lo que comemos nutrimos la conciencia para vivir en el presente.

Parece algo obvio, pero no lo es. La realidad es que a veces tomamos la comida como un mero trámite, sin detenernos a saborear cada bocado, a ser curiosos con los sentidos y a honrar cada ingrediente. … A ver, ok, ok, eso de «honrar cada ingrediente» suena muy hippie, me explico.

Cuando la comida se desperdicia (por la razón que sea), literalmente estamos tirando a la basura un montón de energía que se necesitó para generar lo que estamos comiendo, ya sea carne, verdura, fruta, pasta, o lo que sea. Todo viene de la tierra, y para quienes tenemos o han tenido un huertito en casa, sabemos que para que un jitomate (o cualquier otra cosa) crezca se necesita muchísima energía por parte de la tierra, es casi como si corriera un maratón por cada jitomate que da. Y esto se vuelve una cadena larguísima que alimenta a los animales que nos comemos, lo que producen, etc., dando como resultado un enorme gasto de energía, y entonces terminamos comiendo por comer y tirando comida a la basura. A eso es justo a lo que me refiero cuando digo «honrar los ingredientes»; es respetar lo que nos alimenta, aprovechando todo el producto y de la mejor manera.

Y bueno, toda esta historia es para contarte que a través de lo que comemos le damos forma a lo que somos. Comer a tiempo y despacio cultiva nuestra disciplina y nos ubica en el lugar en el que estamos haciéndonos presentes. Actualmente, sentarnos a comer es casi un lujo porque vamos muy deprisa y nos atragantamos, no le damos tiempo al cuerpo y a los sentidos para observar y disfrutar, y eso siempre se refleja en la manera como vemos y vivimos las experiencias. Lo mismo cuando nos alimentamos con comida rápida o muy procesada.

Pensando que la comida y comer en sí, es un acto de amor puro hacia nosotros, ¿con qué quieres alimentar y nutrir tu cuerpo?. Me queda claro que no todos tienen la posibilidad de hacer tres comidas al día, o que por mucho que queramos «cuidarnos», el factor económico nos limita. Pero aún así es un tema de elección, incluso cuando tu comida no sea lo más apetitosa del mundo, puedes elegir saborear, encontrar texturas, sensaciones, olores, etc., que quizá fuiste olvidando.

Te propongo que la próxima vez que vayas a comer, te tomes tu tiempo; aleja el teléfono, ponlo en silencio y te siéntate a la mesa. Disfruta cada bocado y trata de ser más curios@ con los sentidos. Sin juzgar, busca sabores, mastica despacio y tómalo como un regalo hacia ti. Agradece la experiencia de poder darte esa pausa para sentarte y conectar con tus sentidos desde una de las formas más presentes que hay: comer.

Comer conscientemente reduce el estrés, y permite una digestión adecuada, aprovechando mucho más los nutrientes que contiene, y también es una manera de sentirte satisfecho desde el interior, bien dicen por ahí que «barriga llena, corazón contento».

Nos leemos pronto.

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El término sánscrito Karma, significa «acción» o «trabajo».

Uno de los objetivos en el camino en el Yoga es encontrar una conexión con lo divino a través del servicio desinteresado hacia los otros. Dicho esto, Karma Yoga es el camino de la acción desinteresada que considera el trabajo (entendido como todo aquello que se haga), como una práctica espiritual.

Durante mucho tiempo se ha utilizado este término con una connotación negativa, creyendo que el Karma es algo malo que nos persigue y nos «cobra» a la mala a través de experiencias negativas, algo así como vivir con una nube negra encima. Esta creencia no es del todo errónea, sólo que está planteada desde el lado negativo de las acciones. O sea, si vamos abusando de la buena fe de la gente, el Karma se transforma en una nube negra que produce tormenta todo el día.

La realidad es que el Karma no es ni fatalista ni tan dramático como se cree, de hecho es más parecido a la tercera Ley de Newton: a toda acción corresponde una reacción. Esto quiere decir que si vamos por la vida teniendo acciones buenas y desinteresadas, o por el contrario si vamos metiéndole el pie a quién se nos cruce, eso mismo nos devuelve la vida. O en otras palabras, no podemos sembrar papayas y cosechar limones. Así de simple.

Entonces, ¿cómo es eso de que hay un Karma Yoga?. El Karma Yoga no tiene que ver con practicar cierto tipo de asanas (ya ha quedado claro que el Yoga no sólo son asanas, es mucho más que eso). No existe un policía del Karma que califique lo que hacemos y nos diga si es bueno o malo. En el camino del Karma Yoga las acciones desinteresadas son la práctica en sí. Generalmente estas acciones van enfocadas a ayudar a alguien que lo necesite, ya sea una causa, una persona o incluso a nosotros mismos (aquí entran todas la veces que realmente escuchas y atiendes lo que tu cuerpo y tu conciencia te piden y actúas de acuerdo a eso. Por ejemplo: decir NO cuando quieres decir no, descansar cuando tu cuerpo te lo pide, o alejarte de personas o situaciones tóxicas).

El Karma Yoga tiene mucho trasfondo en el amor como cualidad; en todo lo que nace desde y por la acción de dar, de servir y de ayudar. Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta son dos personajes a quienes se les relaciona con esta práctica por las acciones desinteresadas que hicieron en favor de sus comunidades. Pero no nos piremos, llevar la práctica del Karma Yoga a tu vida no tiene que ver con convertirte en una copia de estos personajes. Pensando en que surge del sentimiento más puro que tenemos los seres humanos, ¿qué puedes hacer para llevar amor/ compasión/ paz a tu comunidad?, ¿a tu trabajo?, ¿a tu familia?, ¿a tus hijos?, ¿a tus mascotas?, ¿a ti mismo?.

No se necesita una gran producción para que las pequeñas cosas que hacemos todos los días se vuelvan grandes. Necesitamos sentir y cultivar la compasión, empatía y el amor en cada acción para que ese mismo camino sea el que nos guíe en el momento o situación en la que estemos, por muy difícil que parezca. Las acciones desinteresadas, base de la práctica del Karma Yoga, nacen del deseo de servir, de estar dispuestos a entregarnos para ayudar y sobre todo nacen de aplicarlas a nosotros mismos, ¿cómo podemos pedir compasión si no somos compasivos con nosotros mismos?.

Así que siempre que tengas oportunidad, desde tu lugar, con tus recursos, y desde tus posibilidades, aunque parezca una acción muy pequeñita y casi imperceptible, ¡da!. Eso es cultivar el Karma Yoga.

Nos leemos prontito.

Caminar y sentir los pies, es arraigarnos en el cuerpo y en el presente. Es también reconocer el camino que hemos labrado, y también es soltar; dejando atrás lo que alguna vez fue para permitir que la tierra fertilice el camino y vuelva a surgir la vida en él.

Independientemente del acto mecánico que conlleva, caminar es un proceso que involucra la conciencia plena. ¿A quien no le ha pasado que al ir caminando tropieza por perder la atención en el camino?.

Pues lo mismo pasa en la vida. Cuando por cualquier causa perdemos el norte y nos desconectamos de nuestro centro de gravedad y de tierra (el cuerpo), las emociones que habitan en él fluctúan de un lado a otro en completo caos.

Hoy te propongo un ejercicio súper sencillo para que cuando te pierdas, sientas que no hay salida o simplemente necesites aterrizar, y re conectes con tu centro desde la conciencia plena.

Nota: Lo ideal es que puedas hacer esta práctica con los pies descalzos y en el piso, o si tienes la posibilidad, en el pasto o en la tierra. Ahora si, aquí va:

Lleva tu atención a las plantas de los pies y recorre el espacio que ocupan, la forma de tu huella y el peso que deja en el suelo.

Comienza a repartir el peso de tu cuerpo pasando de un pie al otro sin levantarlos del piso, sólo meciéndote suavemente de un lado al otro.

Flexiona ligeramente las rodillas y comienza a dar pequeños pasos avanzando de forma lenta y llevando la atención consciente a la forma en que tus pies se marcan en el piso, como si pudieras ver marcada tu huella en el lugar dónde estás.

Detén la caminata y muy sutilmente empieza a mover la cadera de un lado al otro como si dibujaras la forma de un “8 acostado”, dibujando con tu cadera el símbolo del infinito. Siente cómo se relajan tus pies, tus rodillas y tu cadera. Después de algunos movimientos, mueve tus brazos y tu cabeza de forma natural y orgánica al ritmo de tu cadera y pies.

Termina el movimiento cuando sientas que no hay sensaciones de rigidez o tensión en el cuerpo. Lleva tus manos sobre tus costillas y toma 3 respiraciones profundas exhalando por la boca. Agradece a tus pies, a tu cuerpo y a tus desiciones por estar hoy aquí, presente tal cómo estás.

Caminar es mantenernos atentos a lo que es desde el acto mismo de caminar, no siempre es agradable, pero es lo que es y cada paso nos recuerda que el camino no determina lo que somos, al final, lo que nos representa es la forma en que caminamos.

Que tengas un excelente día.

El amor no se piensa, se siente. Necesitamos sentirnos libres para poder ser y amar desde la libertad. Necesitamos amar de tal manera que quien nos acompañe se sienta libre y pueda amarse así también.

Al fin te puedo contar que he estado preparando este taller desde hace algunos meses, pensando en todo lo que a mi me ha ayudado la práctica de yoga restaurativo y de Mindfulness, y en de qué manera podía compartirlo. No tuve que darle tantas vueltas al tema porque para mi estas dos prácticas representan justo eso: AMARME. Así sin más, sin juzgarme y aceptándome incondicionalmente.

Quiero compartir este taller contigo porque en él he puesto mucho de lo que he aprendido a lo largo de los años que practico y enseño estas dos disciplinas, y que me han enseñando a ver la claridad cuando la realidad era nebulosa.

Vamos a reconciliarnos con la forma que nos vemos y nos sentimos, desde adentro y en primera persona, reconociendo nuestros puntos débiles o vulnerables, para que a partir de ahí aprendamos a aceptarnos y a amarnos incondicionalmente. Para este taller no necesitas experiencia previa ni en yoga ni en meditación, todos los niveles son bienvenidos.

El taller se divide en dos partes; la primera es una práctica deliciosa de yoga restaurativo que nos va a revelar y a liberar los puntos que se alojan en el cuerpo y nos piden que los escuchemos y los tratemos con amor. Y a través de la práctica de Mindfulness vamos a reconciliarnos con lo que sentimos y lo que somos, abrazando de forma incondicional nuestra relación con nosotros mismos.

¿Te animas?. El taller es el domingo 24 de febrero en Campeche 233 col. Condesa en la CDMX y tiene un costo de $250.00, puedes hacer tu pago a través de depósito o transferencia bancaria a la siguiente cuenta:

Scotiabank

Cuenta: 00104258622

Clabe: 044180001042586221

Araceli G. Martínez Zamora.

Si tienes dudas o quieres más información no dudes escribirme. ¡Feliz día!.

Suena el despertador, lo apagas y te dispones a empezar tu día. Además de notar la hora y revisar mentalmente de manera muy general lo que tienes que hacer hoy, ¿qué es lo primero que piensas al empezar el día?.

Ese primer pensamiento se convierte un poco en el color que pinta la mañana, y en gran medida también influye en nuestro estado de ánimo -para bien o para mal- y aunque se va difuminando a lo largo del día, nos pone una pantalla frente a los ojos a través de la cual vamos percibiendo lo que pasa y por lo general, reaccionando a partir de eso.

Algo similar ocurre cuando utilizamos un Sankalpa… bueno, es algo mucho más profundo y complejo que eso pero comienza por ahí.

Sankalpa es una palabra en sánscrito que se traduce como la promesa o voto (kalpa) para alcanzar la verdad más elevada (san), actuando desde el corazón.

Normalmente un Sankalpa se utiliza en la práctica de yoga y meditación como una afirmación positiva que surge de nuestros más profundos deseos para que durante la práctica mantengamos alineados el corazón, la mente y el alma, y así logremos alcanzar nuestro dharma (nuestra misión o propósito en la vida) y encontremos el camino más elevado para poder aplicarlo.

Poner un Sankalpa es algo parecido a utilizar la energía con la que empezamos la mañana (ese primer pensamiento), pero con el corazón como filtro para percibir el día, llenándolo de propósito y liberándolo del ego (despojándolo de lo que nace del capricho, y no de la necesidad).

El verdadero reto viene ahora, justo cuando tratamos de llevar las enseñanzas que aprendemos en el tapete de yoga o en el cojín de meditación, a la vida real.

A diferencia de estos primeros pensamientos matutinos, un Sankalpa es una intención cargada de acción. Para ser honesta, la idea de que un Sankalpa se quede sólo en «buenas intenciones» me suena a autoengaño. Sí, un Sankalpa lleva toda la carga con la que nacen las intenciones, pero de nada nos sirve eso si no lo llevamos a la carnita, si no lo aterrizamos y lo volvemos acción.

Entonces, un Sankalpa no es nada más la intención de alcanzar algún día nuestro camino más elevado. Es sobre todo Karma (acción), cuando afinamos el oído y escuchamos lo que necesitamos y lo que nos pide la vida en el presente (insisto, no lo que queremos).

¿Quieres paz mundial?, promuévela en ti. Practícala en cada pensamiento que llegue y trate de sabotear tu paz interna. Cualquier intención que surja de lo profundo de tu Sankalpa llévala a la acción, a tu terreno y desde ahí predícala.

Cuando oramos estamos acostumbrados a «pedir», pero el otro lado de la moneda es el que nos da la llave para acceder a la materialización de esas plegarias. El núcleo del Sankalpa se resume en esta pregunta: ¿Qué estás dispuesto a dar o a invertir para alcanzar tu propósito?.

La acción que nace en lo más profundo de tu corazón (de eso que te mueve) y decides invertirla en tu presente para revelar tu dharma y así vivir desde el camino más elevado, es la verdadera esencia del Sankalpa.

Coloca un Sankalpa para hoy y piensa ¿qué estoy dispuesto a dar de mi hoy?.

La próxima semana te platico sobre el incomprendido Karma. ¡Que tengas buen día!.

03_escucha

Respirar. Del lat. respirāre.

1. Dicho de un ser vivo: absorber el aire, por pulmones, branquias, tráquea, etc., tomando parte de las sustancias que lo componen, y expelerlo modificado.

2. Animarse (cobrar ánimo).

La primera cosa que hacemos al nacer es respirar. El acto en sí se da de manera casi inmediata y natural con un sistema muy sofisticado haciendo posible la vida.

La importancia de la respiración no se limita a un mecanismo en el cuerpo humano. En casos extremos podemos estar algunos días sin comer, sin beber agua, sin dormir, y aún así seguir vivos (en pésimas condiciones, pero vivos). Sin embargo, dejar de respirar es imposible.

En la práctica de yoga existe un concepto que engloba perfectamente el acto de respirar desde un enfoque integral que más allá de sólo considerar a la respiración como un proceso meramente mecánico, lo coloca en la raíz de la vida misma. El concepto es Pranayama.

Pranayama se compone de 2 palabras en sánscrito: Prana que se traduce como fuerza de la vida o energía vital, y Ayama que significa extender o estirar. Enfocándonos en el primer concepto todo aquello que da vida, que nutre y que transforma es Prana.

Así pues, la respiración no sólo es el acto de llevar oxígeno a las células del cuerpo (que ya de por sí eso es bastante), es transformar lo que ya es en algo más. Aquí quiero incluir aquellos actos que nos dan vida; las pequeñas cosas que todos los días hacemos y nos transforman de alguna manera, que nos cambian.

¿Qué anima tu vida?, ¿qué es eso que hace que tu día sea diferente del resto?, ¿qué haces para darle vida a lo que te rodea?. Respirar tiene mucho que ver con aceptar, pero sin quedarte de brazos cruzados. Es sembrar y esperar que el tiempo germine lo que damos. Es una afirmación y una invitación a que cada inhalación se convierta en un acto de conciencia hacia lo que ya tienes (tu cuerpo, tu vida, y todo lo que ya eres). Y a que cada exhalación sea la oportunidad perfecta para entregar, transformar y renovar desde tu esencia el lugar o la situación en la que estás (siempre para bien).

Si tuviéramos un número limitado de respiraciones por día, ¿cómo aprovecharías cada una?. Quizá tomarnos el tiempo para respirar, ir lento, disfrutando cada respiración, cada cosa que nos da Prana sería la mejor manera de «desquitar» las respiraciones que tuviéramos disponibles. Lo mismo pasa con la vida, añoramos lo que ya se fue porque lo dejamos pasar muy rápido. Cuando las experiencias se vuelven Prana, las estiramos como en Pranayama porque nutren, transforman y se quedan. Es decir, las respiramos.

Te propongo un ejercicio muy sencillo para conectarnos con Prana a través de la respiración:

Lleva tus manos al ombligo y trata de sentir el movimiento que hay en cada inhalación y en cada exhalación. Poco a poco trata de ir incrementándolo y de sentir el espacio entre respiración y respiración. Mientras lo haces conéctate con lo que sientes, sin juzgar ningún pensamiento o emoción, simplemente deja que fluyan. Sólo siente. Mantente ahí por 5 respiraciones.

Después lleva tus manos al corazón, una sobre la otra, y siente tu respiración, repite la búsqueda de la sensación, del espacio y de las emociones que lleguen. De nuevo, sin juzgarlas, sin retenerlas, y sólo permitiendo que fluyan, piensa en todo lo bueno que tienes (en tu Prana: lo que te nutre y te anima), y que quieres que experimenten el resto de los seres de este mundo. Puedes cerrar tus ojos en este momento y tomar 10 respiraciones más desde esta visión.

Una vez que termines, agradece a tu cuerpo y a tu presente por el Prana que te nutre.

Cuando sientas que pierdes estabilidad en tu día, que nada tiene sentido, o que nada sale bien, detente y respira. ¡Que tengas un excelente día!.

 

 

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Toda práctica de Yoga nos lleva siempre a la misma conclusión: conectar con nuestra divinidad, o en otras palabras a trascender desde nuestra verdad. Para lograrlo, el Yoga nos ofrece distintos caminos, de hecho son cuatro los caminos que nos pueden llevar a este estado de totalidad y trascendencia del Ser: el Hatha Yoga, el Jnana Yoga, el Karma Yoga, y el Bhakti Yoga. Hoy te platico de qué se trata el primero de estos caminos.

Más allá de un estilo, el Hatha Yoga es un camino para alcanzar esta trascendencia de la que te hablaba hace un momento. En el siglo XIV, el sabio Swatmarama Yoginidra, escribió uno de los textos más importantes (junto con los Yoga Sutras que escribió Patanjali) que definieron lo que hoy conocemos como Yoga. Este texto se llama Hatha Yoga Pradipika y es considerado uno de los primeros manuales escritos de Hatha Yoga. En este texto por primera vez se describen ciertas posturas (asanas), técnicas de respiración (pranayama), gestos (mudras), técnicas de limpieza (kriyas), y candados energéticos (bandhas), que definen en gran medida el esquema de la práctica como la conocemos hoy.

La palabra Hatha se puede traducir de dos maneras: como «voluntarioso» o «fuerte», y como «sol» (ha– representando la energía masculina) y «luna» (tha– representando la energía femenina), en pocas palabras es el yoga del equilibrio y la voluntad. El  camino del Hatha Yoga forma parte del Raja Yoga o Yoga real (refiriéndose a la realeza), ya que antiguamente sólo quienes pertenecían a la realeza podía tener acceso a este tipo de conocimientos. Esta forma de Raja Yoga utiliza la meditación en silencio como medio principal para alcanzar la liberación de la mente y el cuerpo, además del camino de las 8 ramas de Patanjali y los conceptos descritos en el Hatha Yoga Pradipika.

Una de las principales herramientas que utiliza este camino es el cuerpo, siendo una de las razones por las que desde principios del siglo XX (que fue cuando occidente empezó a interesarse en la práctica del Yoga) hasta la actualidad el Hatha Yoga o yoga postural es el más practicado en occidente, pues a través del cuerpo es como podemos tener acceso desde una experiencia más palpable, a rozar esa iluminación que tanto anhelamos.

La próxima vez que vayas a practicar cualquier estilo de Hatha Yoga o Yoga postural, recuerda que más allá de las formas o de lo llamativas que parezcan las posturas, el fin no es lograr una postura de foto perfecta. El verdadero motivo de conectar a través de tu cuerpo con las posturas, es tocar aunque sea un poquito la energía divina que hay en ti.

Nos leemos pronto.