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Vivir en un pueblo en medio del bosque tiene cosas encantadoras todos los días. Uno encuentra lo que en alguna parte de las ilusiones y dibujos de su niñez, se había perdido. 

Mi día a día es la versión real de aquellos dibujos que hacía cuando era niña mientras platicaba con mi conejo “colitas”. Aquí en una de tantas conversaciones que tuvimos:


Todo se vuelve arte, y yo me convierto en el espectador “observado” por todo aquello que en silencio me ve: los patos, las ranas, las liebres, los siervos, los zorros y hasta las gallinas. 

En el estanque del pueblo donde vivo hay un par de patos que vienen y van. Uno es café y el otro verde. Al pato café lo encuentro seguido nadando solo en el estanque, dando vueltas y limpiando sus plumas con su pico. Hasta que cerca de las 6 pm, el pato verde viene volando y grazna para avisarle al pato café que es hora de regresar a casa.

Ayer vi un enorme rebaño de ovejas con cuatro perros cuidándolas. Uno en cada esquina del rebaño. Todos en esa imagen estaban perfectamente sincronizados: perros, ovejas y pastores. Llevaban un ritmo perfecto, como una orquesta sinfónica tocando a Tchaikovsky.

Hoy por la mañana manejando camino al curso de alemán encontré dos zorros. A veces me gusta detener el auto a la orilla de la carretera sólo unos minutos para tomar fotos al lago que está a un lado del camino.


Ahí estaban, tomando agua y (supongo) de camino hacia su madriguera. Y otra vez los dibujos cobraron vida y el sonido del silencio con los pájaros de fondo me pareció aún más bello que Tchaikovsky y los más o menos 100 instrumentos de la orquesta tocando las melodías más bellas del mundo.

Hasta que de pronto me sentí observada. Me miraron, los miré, desaparecieron rápidamente entre los matorrales, y la sinfonía acabó. Sentí pena por invadir su espacio en mi afán de llenarme de los colores, las texturas y las sensaciones que busco desde que era niña.

Aún así mi corazón se sigue emocionando cada vez que ellos, sin querer, me devuelven un pedacito de mi niñez. ❤️

El año pasado el panorama fue muy duro para mi, perdí casi todas mis clases (que es de lo que vivo), me sentía muy sola, deprimida y aunque me agarraba de mi práctica, no era suficiente. Estaba muy triste, me dolía el cuerpo, sentía ansiedad, sólo quería dormir y comer. Subí 10 kilos y más allá de lo estético mi humor y mi cadera la estaban pasando muy mal. Por supuesto que no tenía nada de energía (normal con el remolino que traía en la cabeza), me aislé porque en ese punto la soberbia que se me fue formando había llegado a tal grado que no quería pedir ayuda y aunque había personas al rededor, me sentía muy sola. Cuando ya no pude contenerme más y después de semanas enteras llorando todos los días, lamentándome por todo lo que había hecho mal, me rompí y tuve una charla muy fuerte con mi mamá donde le decía que no me gustaba la persona en la que me estaba convirtiendo. Para ser honesta la odiaba. No podía verme al espejo sin decirme todas las cagadas que había hecho y que me habían llevado hasta ese momento. Andaba súper enojada y tóxica conmigo.

Tuve que decirlo, ponerle nombre y apellido para entender en qué parte del mapa estaba. A partir de ahí entendí que nadie me iba a dar la ayuda que estaba pidiendo si no empezaba por aceptar que la estaba pasando mal, que tenía que dejar de lamentarme y en cambio empezar a corregir todos los errores que fui escondiendo debajo de la cama vendiéndome la idea de que todo estaba bien, incluso que me conformara con que me dieran poquísima atención o que me racionaran el amor que me daban, porque yo lo justificaba con el pretexto de que yo era una mujer fuerte, moderna e independiente que no necesitaba una relación típica o a alguien que me sostuviera la mano cuando las cosas se pusieran feas.

Seguí llorando mucho mucho los siguientes días, pero ya no era un llanto de desesperación, sino de alivio, de haber encontrado la fuerza para poner límites y corregirlo todo, una cagada a la vez.

En este proceso tuve la fortuna de que un par de personas que son base en mi vida estuvieran muy cerca y me sostuvieran para ayudarme a levantarme otra vez: mi mamá (y mi familia detrás de ella) y mi mejor amigo. Definitivamente sin ellos no sé que sería de mi cuando me pierdo ❤️.

He tenido que pasar un tiempo sólo conmigo dándome mucho cariño y compasión, sin publicar nada ni compartir casi nada en mis redes (y no es que las utilice para contar mi vida, pero ayudan mucho a dar a conocer mi trabajo), así que voy levantando poco a poquito mi trabajo virtual otra vez.

Perdonarme fue lo primero que hice después de permitir que muchas cosas que en realidad no quería que pasaran, pasaron. Tomé muchas malas decisiones como todos lo hacemos, cuando lo hice no tenía tanta claridad y pensaba que era lo que más me convenía entonces, y si lo vemos como aprendizaje, pues sí, en todo caso gané porque pude abrir los ojos y darme cuenta de lo que no quería en mi vida. Descubrí que no había ninguna necesidad de cargar todo el tiempo con eso y lo empecé a soltar poquito a poquito hasta que mi bolsa de cagadas empezó a vaciarse -creo- por completo (todavía estoy en proceso pero ya me siento del otro lado 😮‍💨).

El otro día me desperté como cualquier otro día e hice todo el ritual de la mañana (lavarme los dientes, bañarme, etc.) y en una de esas pausas que uno toma durante el día, me miré al espejo y noté algo diferente: mis ojos brillaban como hace mucho no lo hacían. Seguí con el día y me di cuenta que en mis clases volvía a sonreír, no sólo con la boca sino con los ojos también. Me caché tarareando una canción mientras cocinaba y sonreí. Volví a escuchar música durante el día, volví a usar la bici para ir de un lado a otro, empecé a ir a nadar (el peso que gané entre la pandemia y la depresión empezó a desaparecer), y entonces todo empezó a encajar; las situaciones fluían, el ambiente se sentía ligero, mi cabeza no fluctuaba de una incomodidad a otra… no, no. Todo se sentía bien.

Me costó un poco cambiar la manera de hacer las cosas, o mejor dicho, encontrar lo que me motiva a hacerlas con el corazón, pero lo encontré 🙏🏼. He vuelto a confiar, a no tener miedo, a abrirme y encontrar almas buenas y bellas que aparecen cuando menos te lo esperas. Me he vuelto a dar la oportunidad de sentirme acompañanda y de volverme a ilusionar. Me siento feliz la mayor parte del día. Me emociona que llegue la mañana porque me despierto como si fuera una niña en día de reyes encontrando cosas lindas desde que abro los ojos 😃.

Poco a poco ha empezado a llegar más gente a mis clases y me dicen que les llena mucho lo que les comparto en ellas. En realidad no es que cambiara mucho la manera en que enseño, creo que mas bien volví a ver la luz que hay en mi y a enamorarme de su reflejo, y eso le pone corazón a todo lo que hago.

Es cierto eso que dice la canción: todo lo que necesitamos es amor.